
Dicen los nómadas,
hombres de mucho caminar,
que aveces,
la rosa de los vientos,
como una veleta,
en la brújula del destino,
gira sin parar...
Sin rumbo y por capricho,
de los mares al desierto.
La ciudad a lo lejos se diluye.
Entre el polvo,
el ruido de la gente
y otras cosas que se olvidan.
cuando soplan los vientos del desierto,
que feroces arrastran la sal,
levantando y empujando,
como remolinos de mil sabuesos.
Hurgando,
Lamiendo en las montañasbuscando... ,
y encontrando,
dentro de los sueños,
los anhelos de aquellos hombres,
se disuelven y reintegran en el aire...
para luego,
ir en picada hacia el mar.
Un desierto,
y el viento en la montaña,
moldean y dan forma,
al insólito destello,
flotando entre las olas,
clavado en el corazón de la que surge,
desde lo profundo,
ligera y serena,
erguida y silenciosa...
como la esfinge,
la mujer de arena.
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